jueves, 9 de julio de 2009

FOLLETÍN para la damita, para el caballerooo

VII

No le sorprendió ver las luces encendidas. Se disponía a tocar cuando alcanzó a percibir siluetas en la estancia de la casa. No podía distinguir a través de las cortinas blancas aquellas formas, pero sin duda eran masculinas. Afuera había un auto estacionado, sin nadie a bordo. Esperó unos momentos por si había alguna señal de violencia. Dudó unos momentos en timbrar, sin embargo se dio la vuelta y anduvo hasta la avenida para tomar otro taxi. No volvió a considerar que miss Lynch pudiera estar en peligro. Volvió a su departamento. No pasaron veinte minutos antes que pudiera conciliar el sueño.


La señora Schwartz se asomó al pasillo al oír los inconfundibles pasos de Hayes. A veces le convidaba café y panecillos en la mañana, cuando no había mucho trabajo. Eran las ocho. Hayes aceptó la invitación de la señora Schwartz, con quien simpatizaba por su laconismo y discreción.
- Alguien vino a verlo, temprano en la mañana, señor Hayes.
- ¿Temprano en la mañana?, ¿las ocho no le parecen suficientemente temprano, señora?
- Alrededor de las siete. Se asomó por el vidrio de la puerta, sin tocar una sola vez. Era un hombre grande, vestido de negro.
- ¿Alguien que haya visto antes por aquí?
- No. Aunque no le vi la cara. Era un tipo extraño.
- Gracias, señora Schwartz. También por el café.
Le besó la mano y entró en su despacho. Woody no había llegado. Como siempre, dejó el abrigo y el sombrero pero mantuvo consigo el revólver, que colocó sobre el escritorio. Tomó el teléfono.
- ¿George?, es Pete Hayes.
- Hola Pete. ¿Qué puedo hacer por ti?
- Mucho, amigo mío. Tú tienes contactos en la banca, ¿no es así?
- El mundo está a mis pies, Pete, ¿qué necesitas?
- Rastrea todo lo que puedas que esté a nombre de Gordon Montgomery o Anne Lynch, te llamaré más tarde.
- Haré lo que pueda, detective Hayes. ¿Algo más?
- Nada, George. Eres un gran hombre. Te llamo después.
Dejó la mano sobre el auricular después de colgar. Pensó en los hombres que estuvieron la noche anterior en el departamento de Bowler Street. Pensó en Barnes. Trataría de sacarle algo, con la excusa de hablarle del dinero del alcalde. Le contestó una voz femenina.
- Señorita, quiero hablar con Robert Barnes.
- No está aquí. ¿Quién habla?
- Peter Hayes.
- Señor Hayes, el teniente Barnes está en una junta con el gobernador. Debe haber sido urgente, porque ha dejado su café sobre el escritorio, y no le ha dado ni un sorbo...
- Gracias, cariño. Adiós.

jueves, 25 de junio de 2009

AJAJÁ, pensaban que no, pero sí hay FOLLETÍN

VI

En la cocina de su departamento, Hayes se sirvió whisky con hielo. Se había despedido de Woody a las doce, al salir del restaurante chino de Claremont. Habían hablado de Montgomery, de su muerte, de cómo en su propia casa había sido apuñalado a sangre fría, sin dejar una sola huella. Montgomery era un hombre rico, pero no poderoso. Era famoso por espléndido y despilfarrador, sobre todo con su mujer, Annie Lynch. El viejo había sido embajador en Rumania antes de que empezara la guerra. Había rumores de que había simpatizado con los rojos, y que por eso había sido destituido. Aparentemente, como señalaba el informe, Reed no descartaba la hipótesis de que su experiencia con los bolcheviques hubiera causado irritación en algún pez gordo y que tal fuera la causa de su muerte. Cosa que era totalmente estúpida, ya que al volver de Europa, Montgomery había amasado su fortuna comprando una gran compañía empacadora. Y al parecer había creado vínculos con la mafia italiana, ya que de otro modo no se explicaba la aparición de Jacks y de Joey Fratta. No obstante eso no esclarecía nada y Hayes y Woody estaban fatigados. El informe de Reed era vago y al parecer falso. Matar a un magnate por bolchevique era una excusa absurda, y ni el detective ni su ayudante la consideraron. Por ahora lo único que tenían en claro era que Fratta y el alcalde de Chicago estaban envueltos en el caso, aunque fuera de manera indirecta.
Sentado en la cocina, Hayes fumaba y bebía whisky. Cuando estuvo relajado, extrajo de su bolsillo el papel de miss Lynch, de cuyo contenido había supuesto que no iba a sacar nada eficaz para efectuar una hipótesis. Recordó que en la última llamada telefónica, ella le había dicho que podía aparecerse en su casa a la hora que fuera, ya que estaría en vela por el insomnio. Hayes consideró divertido hacerle una visita a altas horas de la noche, en caso de que también él tuviera problemas con el sueño. Abrió el sobre y leyó:
“Peter, sé que hasta ahora no he sido útil, pero tengo miedo. Aunque tal vez me equivoque en lo que mi mente de chica ha logrado discernir, espero que pueda serte útil. El asesinato de Gordon no es algo irrelevante, nadie tomó nada de la casa, no fue un robo. Fue algo político, algo relacionado con organizaciones criminales. He oído hablar de italianos, de rusos o rumanos o algo como eso. No sé bien quienes pueden estar involucrados, pero espero que creas que lo que te he dicho es mentira. Yo no maté a mi marido, no podría hacerlo, me dio lujos y otras cosas que una ingenua chica de Montana jamás imaginaría. Por si fuera poco soy débil. Aunque nunca lo quise jamás tuve razones para hacer algo así. Espero que persuadas al horrible sargento Barnes, que me ha estado hostigando. Sólo tu puedes protegerme, Peter; sólo a tu lado estoy tranquila, confío ciegamente en ti como espero que tú confíes en mí. Juro que en cuanto sepa más te lo haré saber. Hasta pronto. Annie”. Dibujó en su mente a Annie, con el vestido blanco, el sombrero y el pelo rubio bien arreglado. Pensó que las mujeres aunque no lo sean, siempre se obstinan en parecer tontas. Hayes sonrió. Vio el reloj de la pared: las doce y media. Tomó el abrigo y el sombrero y salió de nuevo a la calle.
-A Bowler Street –dijo al conductor del taxi.

jueves, 18 de junio de 2009

Vuelve el FOLLETÍN. ¡Como casi todos los jueves!

V

- ¿Qué hay, Woody?, ¿todo en orden? –dijo Hayes arrojando el abrigo sobre el escritorio.
- Sí, jefe. Este perro ha ladrado bastante. Los papeles de Reed están en el cajón.
- Gracias, Woody -Hayes comenzó a hojear los documentos enviados por el fiscal de distrito- ahora cuenta.
- Nombre: Daniel Jacks, según el registro civil no. 32 de Chicago. Supuesta ocupación: chofer particular de una tal señora Culver. No hay rastro de ella en los registros. Sinceramente dudo que esta señora exista en realidad. Domicilio: 237, Hastings Avenue. Todo esto no importa, pero te sorprenderá que éste es uno de los viejos chicos de Capone. Administraba un speakeasy en Oak Street, a la edad de 27 años.
- ¿Esto te lo dijo él?
- Sí, jefe. Lo amordacé bien. Aunque parezca rudo y orgulloso, es un viejo cobarde.
- ¿Para quién trabaja?
- Dice que para nadie, que actúa por su cuenta, para vengar a un hermano suyo que está en prisión.
- OK, Woody, trae mis herramientas.
Woody fue al cuarto de servicio y regresó con un maletín. Hayes se había puesto de pie. Se paseaba lentamente alrededor de Jacks mientras arremangaba su camisa. Aunque tenía el ceño fruncido, los ojos del prisionero estaban enormes, llorosos e iracundos. Sudaba a chorros y tenía costras de sangre en la cara. Sus ojos estuvieron a punto de saltar fuera de las órbitas cuando del maletín, Hayes sacó un taladro eléctrico.
- Cierra los ojos, Woody –dijo Hayes- esto puede impresionar.
Y se le acercó. La broca estaba en movimiento y parecía lista para apuntalar el calvo cráneo de Jacks. Se oyó un grito sordo que se amplificó cuando súbitamente Hayes le quitó la venda de la boca.
- ¡Joey Fratta! Trabajo para él.
Hayes entregó el taladro a Woody, quien lo puso de nuevo en el maletín. Sentado en su silla, el detective encendió un cigarrillo y siguió hojeando los papeles de Reed. Woody estaba de vuelta, con las manos en los bolsillos.
- Joey Fratta. –dijo Woody mirando a Hayes –posee una trattoria en Dorchester Avenue. Buena comida, excelentes vinos.
- ¿Qué quiere el señor Fratta conmigo, señor Jacks? –preguntó Hayes- ¿está enfadado por algo?
- No lo sé, lo juro –contestó el huésped- sólo recibí órdenes. Aunque tal vez... No sé, señor. El alcalde Kelly y mi jefe son viejos amigos, y últimamente se le ha visto regularmente en el negocio. No sé de qué hablan, pero lo he visto. Esta semana el alcalde se presentó en dos ocasiones. Déjeme ir, tengo familia. Ahora que he denunciado a Fratta estoy en peligro. Aun puedo tomar el tren de las once treinta.
- Es una lástima que el alcalde Kelly aun no hay inaugurado el subterráneo. Sería una espléndida ocasión para estrenarlo, señor Jacks –dijo Woody, mientras desataba al gordo.
- Es cierto. –señaló Hayes- Váyase. Y tenga cuidado. Y eso que Fratta no es peor que Capone. Cúrese bien esa herida.
Jacks se incorporó pesadamente. Puso su mano sobre el hombro herido e hizo un gesto de dolor. Woody lo ayudó a ponerse el abrigo. Le devolvió la cartera y sus documentos y le abrió la puerta. Estaba más pálido que antes, como si la calle representara el peor de los peligros. Hayes lo alcanzó en el pasillo.
- Tenga su pistola –le dijo-. Woody, acompáñalo.

Cuando Woody volvió, Hayes estaba despidiéndose en el teléfono.
- Bien, cariño. Iré en cuanto pueda.
El detective y su ayudante intercambiaron una larga mirada, un poco de desconcierto, otro poco de hilaridad. Todo había pasado muy rápido y había ya mucha gente involucrada. El cadáver de Montgomery, su esposa, Barnes, Joey Fratta y hasta el mismo alcalde de Chicago. Hayes alzó los papeles de Reed y los puso en alto, mostrándolos a su asistente. De pronto los rompió y los arrojó a la papelera. Woody sonreía.
- Pura palabrería Woody. Parece que el estado quiere obstaculizar cualquiera de nuestras pesquisas. Aunque Reed es un buen hombre, ese Barnes no es tonto. Y más si tiene detrás al pequeño demócrata Kelly. Ellos saben algo y definitivamente no quieren compartirlo. De cualquier forma es tarde y tengo hambre. Vamos a cenar y a tomar algo.
Hayes y Woody descendían la escalera que da a Walton Street.
- Por cierto... he visto multitudes agolpadas en los puestos de periódicos, y oído ciertos rumores. Rumores de algo grande. ¿Tú no sabes nada?
- No, jefe. La radio no sirve y el periódico no decía gran cosa en la mañana. No he tenido oportunidad de hojear los vespertinos.
Salieron a la calle.

lunes, 4 de mayo de 2009

RUDO Y CURSI sí señor

Imaginemos:
Alfonso Zayas y Alberto Rojas "El Caballo" son dos hermanos campesinos que sueñan con salir de su ranchería y alcanzar la fama. Después de numerosos enredos lo consiguen, pero al final, ay mamá, vuelven a la realidad a la que estaban condenados.
Sí, estoy diciendo que Rudo y Cursi mantiene la tradición del cine de ficheras y machines albureros, obviamente con ciertas variaciones.
Primera e importantísima variación: los galanes aventureros no son los lánguidos y gesticuladores Alfonso Zayas y el Caballo Rojas, sino Gael y Diego, los goldenboys del cine nacional. La coincidencia aquí es ambas duplas se comunican con lenguaje florido y alburero.
Segunda variación: aunque digamos que la historia es estructuralmente muy similar al viejo cine mexicano de ficheras y plomeros, en el caso de Rudo y Cursi, desgraciadamente la historia no es un vil armatoste para "justificar" la aparición de las chichis de Sasha Montenegro y Maribel Guardia et. al., sino que es un mero pretexto para exhibir y comercializar el feliz producto Gael-Diego marca registrada, que Alfonso Cuarón tuvo la virtud y el ojo para inventar con Y tu mamá también.
Tercera y dudosa variación: Rudo y Cursi no está tan chafamente realizada y producida como las de ficheras (nótese que ésta es una dudosa variación).
¿Qué puede uno concluir después de ver este filme? Respuesta: que cayó en la trampa, que fue seducido por el éxito mercantil garantizado con la dualidad Gael-Diego; y si a uno le va bien, ¡qué domingo tan buena onda he pasado!
Es un hecho que este filme es una especie de divertimento para sus productores, quienes seguramente la pasaron de maravilla fraguando la película, con el plus de que la ganancia en taquilla estaba garantizada. Resulta obvio decir que se trata del tipo de cine pensado exclusivamente para la ganancia comercial. El cine de ficheras lo era también, si bien es interesante plantear ciertas observaciones. El cine ficheril fue el producto de años de trabajo, de persuasión al consumidor, tuvo el imperativo de reivindicar a las clases bajas para convertirlas en público cautivo. Así, a los personajes de Zayas, el Caballo, el flaco Ibáñez, Rafael Inclán, etc. (físicamente opuestos al estereotipo de belleza masculina) les fue abierto, gracias a la magia del cine, el mundo de las posiblidades; tuvieron acceso al poder y a la lascivia, a fornicar con rubias y morenas despampanantes. Claro que el público tenía que reaccionar bien: se trataba de la reivindicación del mexicano. Por supuesto que la virilidad era el tema más socorrido de este cine.
Para concluir, hay que decir que al final Rudo y Cursi es mala pero digerible. No es original en lo más mínimo, la temática de de ranchero a diputado se había gastado años atrás, los diálogos albureros no compiten en lo más mínimo con los de Alfonso Zayas y por si fuera poco, solo sale un par de chichis. Por si fuera poco, al igual que el cine de ficheras, está hecha con las nalgas, pese a que el guión es chafa pero consistente.
La gran diferencia es que Rudo y Cursi es deliberadamente un vil producto para vender a todo público, y el cine de ficheras tuvo aspectos políticos y culturales que lo convirtieron en un hito en la historia del cine nacional. También es despreciable, pero tiene el tan valioso kitsch que vuelve locos a los europeos.

sábado, 25 de abril de 2009

EPIDEMIAS y casualidades

Qué casualidad que la epidemia que azota esta ciudad sea de influenza PORCINA.

miércoles, 22 de abril de 2009

DESASTROSOS los Mets

En el momento en que escribo esto caen los Mets en la quinta entrada contra los Cardinals en San Luis. Mala salida de John Maine, cosa que no es sorprendente tratándose de un pitcher abridor de los Mets. Mucho se habló de la llegada de Francisco Rodríguez, de JJ Putz y Sean Green, tomando en cuenta que el año se echó a perder principalmente por pésimas actuaciones del bullpen en la recta final de la temporada, y en menor medida por la falta de bateo oportuno. Pero recordemos: para que los servicios de Francisco "el Superchamo" Rodríguez sirvan de algo, tienen que llegar a la novena entrada ganando, estoy seguro que salvará el 99% de las oportunidades. Sean Green y JJ Putz pueden aguantar sin mayor problema si en la séptima se tiene una ventaja aunque sea mínima.
Está bien, JJ Putz perdió ayer un juego que le entregaron empatado y que sin embargo debió de recibir con ventaja. Se solucionó el problema del bullpen, pero eso mágicamente no va a hacer mágicamente que los Mets se pongan a ganar, o que por lo menos no pierdan las series en su casa. Los tres problemas de los renovados Mets: el picheo abridor, el mal corrido de bases y los titubeos a la defensiva. Añado un cuarto problema, y que debe de juzgarse aparte: Daniel Murphy, que en este momento es el peor enemigo de su equipo y como estoy enfurecido porque el juego avanza y cada vez está más cerca la derrota, le dedicaré unas cuantas líneas: pendejo imbécil hijo de su puta madre que se lo lleve la chingada $"%&$&%$%$#/%$&%$/&$/&%$/&%$/&%$%&$/&%$/&%$&%$/&%$/&%$/&%$/&%$/&%$/&%$/&%$/&%$/&%$&/%$/%&$/&%$/&%$/&%$%&$/&%$&%$&/%$/&%$&%$/&%$/&%$/&%$/&%$/&%$/&%$/&%$/ Y para el manager Jerry Manuel, ya que no es toda la culpa del jugador, sino también el que lo pone ahí es un pendejo. A un jugador joven se le perdonan errorcillos, titubeos, malas elecciones, pero si es error tras error, errores que cuestan juegos, derrotas para Johan Santana (único picher virtuoso en la rotación de abridores, si no se ganan sus aperturas no se ganarán las de nadie más), la derrota de ayer, carreras que complican juegos por sus malos disparos. Es que en realidad es muy imbécil, hasta en los tiros a cortador la caga y permite, por ejemplo, un pisa y corre de primera a segunda. El manager lo mantiene en el line up porque batea bien y oportuno, pero de nada sirve cuando sus errores cuestan partidos, y además, un buen bateador, en Liga Nacional, es igual o más útil viniendo de emergente, cuando su pésima defensiva no le estorba a sus compañeros.
Por lo pronto John Maine, tras una pésima salida, deja el juego perdido 5 a 1 en la sexta, con casa llena y dos outs. Mala salida porque regaló bases, incluso al lanzador de San Luis en su primer turno (si no se siente cómodo para lanzarle para hacerle out a un picher es mejor sacarlo a la verga). Hits, más bases y más hits. Derrota, mala temporada, mal pronóstico, tanto pinche millón de dólares para nada (y eso que yo no pago boletos de 600 dólares).
Que se jodan y que me joda yo por ver los partidos y andar pendejeando.

miércoles, 15 de abril de 2009

FICCIÓN. Dr. Mandujano

Después de operar a alguien, al doctor Mandujano le gustaba asistir, como ya sabemos, al pabellón de enfermedades mentales del hospital. Los que lograron verlo alguna vez -enfermeras, gorilas vestidos de blanco, otros médicos- dicen que sólo se sentaba en una banca del jardín, a veces tomando un café o chupando una paleta de caramelo. Nunca nadie se atrevió a afirmar nada, pero sí se especuló bastante sobre aquel comportamiento. El doctor Mandujano sólo hablaba con los pacientes si éstos se acercaban. Una vez un loco puso un banco frente a él y se sentó a dibujarlo (de esto sí hay evidencia: es el dibujo que cuelga de la pared del consultorio, donde antes estuvo el diploma). "Obra de arte peculiar, el bigote un poco demasiado exagerado, las orejas enormes y en la mirada una extraña sombra, como de río turbio, peces muertos y sucia espuma, como cuando me siento iracundo y triste" fue lo que dijo el doctor Mandujano sobre su retrato, en una breve charla con el doctor Peralta, gran amigo de él, según dicen. Seguramente el doctor Peralta se reservó su opinión, y así prevaleció la que por decidia fue y sigue siendo la oficial, la del dibujo hecho con trazos agresivos por un niño hiperactivo, quizás un sobrino o un paciente.
Dicen también, que cuando fue suspendido indefinidamente por negligencia médica, el doctor Mandujano pasaba horas enteras en su casa, con el dibujo sobre los muslos, la mirada baja y una pantalla de lágrimas en los ojos.

jueves, 9 de abril de 2009

DECLARACIÓN de odio

Te odio ciudad infame. Me largo. Besos.

martes, 7 de abril de 2009

PEQUEÑA FICCIÓN con personaje plagiado de http://antuasol.blogspot.com/2009/02/tall-tale.html

Los tacones de sus relucientes zapatos resonaban ya en el pasillo del pabellón de oncología, entre silencios que manaban de aquel borbollón de silencio, cimentado en el sufrimiento y la amargura. El doctor Mandujano miró el reloj digital que le regaló un niño con linfoma. Las tres de la tarde. Apático, se acercó a las enfermeras que chismeaban como lavanderas, con la admiración semiconsciente que había provocado el altercado con el doctor Duarte, una semana antes.
Como para disimular, se aproximó Rosenda, una enfermera más, una mujer más en el mundo, con la carpeta que contenía imperativos médicos urgentes, diagnósticos, tratamientos, placebos, extremaunciones científicas. Nunca supo porqué el doctor Mandujano, pero no la dejó hablar a la pobre Rosenda, le arrebató de las manos el manojo de pendientes, lo arrojó al piso y la sujetó con violencia de las nalgas fofas y estimulantes. No la besó porque le dio asco, pero, vanidosamente, se convenció a sí mismo de que le había dado a la perpleja enfermera la experiencia más extasiante de su vida. Después de ese arrebato, se limitó a sonreírle y sacarse la bata y el gafete, dejarlos sobre el mostrador de ingresos y salir de allí, con una extraña calma de madrugada en un puerto pesquero. El sol brillaba afuera intensamente. Pasó de largo de su automóvil estacionado y caminó, con la certeza de que aquel día no era más el doctor Mandujano, sino un atado de violencia e imperfección. Supo que lo que quedaba de aquella tarde y parte de la noche le deparaba algo inusitado, que podría traerle incluso la muerte o una mutilación, o que simplemente se acostaría a dormir con la sensación de que algo o alguien, más allá de los cadáveres taciturnos del ala de oncología, moría o había muerto en cierto momento de la jornada.

jueves, 19 de marzo de 2009

DEFINICIONES de la vida

La vida era el cambio diario de los vendajes del corazón que hacía gritar de dolor al incurable enfermo, tanto joven como viejo.

Yukio Mishima

jueves de folletín

me da hueva poner el pinche folletín

jueves, 12 de marzo de 2009

Jueves de FOLLETÍN

IV

La mujer se había puesto de pie, y estaba junto a Hayes. Tocaba su brazo con las yemas de los dedos. El detective apagó una lámpara que estaba junto a él y sintió que sus ojos se sosegaban. Vació el whisky de un trago y giró hacia la estancia. Se encontró de frente con miss Lynch, quien se abrazó a él como una niña indefensa.
- Peter, no confío en esos esbirros de la policía, menos en ese perro Barnes. Sólo tú puedes protegerme...
Hayes miró unos segundos el semblante infantil de miss Lynch, el pelo se le había desacomodado un poco y no había sonrisa alguna en su boca. La sujetó de los brazos con fuerza, y la besó. Al separarse, Annie bajó la vista y fue a la mesita, sirvió otro par de tragos.
- Ahora, cariño, necesito que me digas lo que sabes, basta de drama.
La mujer bajó la vista, se soltó suavemente de las mangas de Hayes y suspiró. Fue a la recámara y volvió con un sobre sellado que tenía escrito el nombre del detective.
- Escribí esto para usted. Espero que le sea útil, es todo lo que sé. Comprenda que ahora no es fácil para mí hablar al respecto.
- Bien. Me voy. ¿Hay alguna puerta de servicio?
- Por aquí.
La viuda Montgomery lo encaminó a la salida. Hayes se asomó discretamente al exterior. No había nadie.
- Adiós Annie. Nos veremos pronto.
Las nubes habían dejado un visillo para la luna que aclaró un poco la penumbra. Hayes echó a andar con el revólver bien agarrado bajo el abrigo.

El doliente crujir de las hojas secas bajo las suelas de sus zapatos siempre había agradado a Peter Hayes. Caminaba al lado de la calle fascinado por cómo aquel sonido aclaraba su mente, disipaba cualquier pensamiento intruso, cualquier tentación distractora. Jamás hablaba con nadie sobre sus gustos, ni siquiera con Woody o con George Stanley, su abogado. El chirrido de las hojas era una satisfacción que guardaba para sí, como el más preciado de los juguetes de un niño. Un húmedo viento frío había despejado el cielo casi por completo; la luna pendía del firmamento como un gran bombillo de luz blanca. Hayes estaba viendo el reloj cuando un auto de policía se detuvo junto a él. La portezuela se abrió y una voz conocida y poco agradable le convidó a subir.
-Suba, señor Hayes.
Una sonrisa de fastidio se dibujó en los labios del detective. Subió a la patrulla.
- Buenas noches, Barnes. Estamos cerca de mi apartamento. Si me está llevando preso, complázcame en llevarme por mi pijama.
- Es una linda noche, amigo. Sólo vamos a dar un paseo.
- En ese caso démonos prisa. Casi es hora de dormir. Sabe usted, Barnes, que no me gusta andar fuera muy tarde. Es necesario que sepa que abundan los pillos en las calles de Chicago. ¿Cómo está Reed?
- Estoy seguro de que usted lo sabe. Reed es un buen elemento, joven y honrado. Sólo un poco irresponsable.
- Hace siglos que no lo veo. Apreciaría que diera mis saludos a Trevor y a la señora Reed cuando lo vea.
- Deje de jugar, Hayes. Reed es soltero y usted lo sabe. Desgraciadamente para mí usted es todo menos un tonto.
- Oh, disculpe mi torpeza, señor Barnes. Ando distraído últimamente.
Barnes se quitó el sombrero, se acercó a Hayes y lo tomó por la solapa del abrigo. Fijó sus ojos pequeños e inquisidores sobre su interlocutor.
- Mire, Hayes, estoy harto de sus idioteces. El caso que tiene en sus manos es más delicado de lo que cree. El alcalde Kelly personalmente me ha dicho que lo quiere fuera. No le incumbe. Así que ahórrese problemas y vaya a investigar a alguna esposa infiel. Y quite de una vez esa estúpida sonrisa.
- Oficial Barnes –dijo Hayes quitando tranquilamente la mano de éste de su abrigo- sabe que yo no hago nada para molestarlo a usted. Aunque el mismo presidente le haya dicho cualquier cosa, a mí me tiene sin cuidado. He sido contratado para seguir este caso, y sabe que no pierdo mi tiempo. En todo caso para quitarme del camino tendría que hablar con mi cliente y no conmigo.
Barnes lo miró con prudencia. Hizo un gran esfuerzo en mostrarse paciente con aquel hombre agudo que se comportaba con irreverencia.
- O usted podría hablar con su cliente. Mire, yo tampoco quiero perder mi tiempo, y le ruego que piense las cosas bien –Barnes hizo una pausa, y a lo pocos segundos sacó un papel de su bolsillo- el alcalde le ofrece esta suma por hacerse a un lado. Considere la cantidad.
- ¿Está tratando de sobornarme, Barnes? Es usted un sinvergüenza. Deme el papel.
Hayes tomó el cheque y lo observó unos instantes. Sonreía y se complacía de que esto irritaba al oficial Barnes.
- Es una buena suma –dijo y rompió el cheque en cuatro partes-. Si no le molesta aquí me bajo, estamos cerca de la oficina.
El auto se detuvo.
- No le conviene para nada lo que ha hecho, detective. Cuídese. Chicago es una ciudad peligrosa. Y déjeme decirle que esta vez su audacia se acerca más a la estupidez.
- Adiós, Barnes –dijo Hayes bajando del auto-. Por cierto, tocando el asunto de esposas infieles, ¿dónde andaba la señora Barnes a estas horas de ayer?
- Jódase, Hayes.
El detective incrustó un cigarrillo en su sonrisa y lo encendió. Estaba a unas cuantas cuadras de Walton Street. Echó a andar bajo el resplandor de la luna.

lunes, 9 de marzo de 2009

DERROTAS hechas en México

Hace poco fui a un ensayo del Coro filarmónico universitario a unas cuantas semanas de que interpretaran el Requiem de Verdi con la Ofunam, y el director estaba enfurecido porque había partes que no salían y dijo algo semejante a "¿qué, porque somos mexicanos no podemos hacer las cosas bien?. Fue la misma semana cuando los ratones verdes de la selección perdieron 2 a 0 con los gringos. Vaya sorpresa. Todo mundo sabía que iban a perder y aun así hubo quien sufrió, como si fuera tragedia. ¿Acaso ronda por este país el ominoso fantasma de la mediocridad?. Decir que México es una nación mediocre es una absurda generalización, ¿pero qué lección se puede absorber de las derrotas de entidades simbólicas como la selección, que evidentemente influyen en el estado anímico de una gran cantidad de mexicanotes panboleros?
Para colmo, ayer, le dan una tunda a la selección mexicana de beisbol, nada menos que los australianos, cuya tradición beisbolera es inexistente. ¿Hay que suponer que los mexicanos salieron sobrados y confiados, o que con base en disciplina y trabajo fuerte los australianos han logrado conjuntar un gran equipo en un corto tiempo? Sea lo que fuere, el picheo mexicano fue malísimo (y se supone que tanto los pitchers como los boxeadores mexicanos han sobresalido en la historia del deporte) y los 9 ligamayoristas no pudieron responder con bateo oportuno la tremenda ofensiva australiana. (Hay que decirlo: ese equipo no parecía mexicano; el único en el line up de ayer que no era de grandes ligas era el designado Jorge Vázquez, un individuo que estuvo suspendido como 50 partidos en liga mexicana por dopaje). Y ni aun así pudieron siquiera demostrar decencia y mucho menos perder con dignidad ante los australianos.
A la mera hora la vida sigue igual gane o pierda México en lo que sea, pero si el deporte profesional se ha vuelto una herramienta del poder para embrutecer al país, y si mucha gente lo asume como algo relevante, que por lo menos den un buen espectáculo.
Ojalá que Oliver Pérez no lance así con los Mets.

viernes, 6 de marzo de 2009

ENCUESTAS y más encuestas

Queridos amigos y enemigos. En vista de que mi última encuesta no fue muy pelada, supongo que a todo mundo le vale madres el sistema electoral de este país tan desarrollado y democrático (recordad la primera encuesta de este blog). Pongo otra que espero que contesten con absoluta seriedad y respeto.

jueves, 5 de marzo de 2009

FOLLETÍN que ya es jueves

III
- Le ruego, señor Hayes, le ruego que descubra quién cometió este horrible crimen. Le ruego, se lo ruego señor Hayes...
- Tranquila, señora. Volveré en un par de días y podremos hablar.
Había apartado a miss Lynch, encendido un cigarrillo y había cruzado unas palabras con Trevor Reed, el fiscal de distrito, colega del molesto Robert Barnes. Reed había extraído con un trapo el arma homicida del cuerpo de Montgomery, con una amplia sonrisa, como simpatizando con ella. Hayes y el fiscal contemplaron un rato el puñal ensangrentado, de hoja muy afilada, con mango de oro cubierto por una venda de algodón.
- Linda el arma, ¿no es así Hayes? –había dicho Reed con su sonrisa que dejaba ver sus dientes pequeños y blanquísimos-; ni una huella.
- Linda –contestó el detective- me voy de aquí. Te llamo mañana. Saludos a Barnes.
- Adiós, Hayes. Descuida, no le diré a Barnes que estuviste por aquí.

Seguía andando cuando recordó que no había revisado los papeles que le envió el fiscal de distrito. Aun era temprano y apresuró el paso. Las luces de Chicago parecían aun más tenues y siniestras. Aunque los transeúntes caminaban con los abrigos hasta las orejas por el frío otoñal, él lo llevaba abierto, solo protegido por el nudo de la corbata. Un anciano que recogía las hojas secas le pidió una moneda. Al sacar el niquel percibió a un hombre que parecía seguirlo a unos cuantos metros. Entregó al viejo la moneda y se dirigió a paso firme hasta Camerling Avenue. Tomó un taxi y lo dirigió por callejuelas hasta Bowler Street, donde se alojaba miss Lynch. Pagó y descendió sin esperar el cambio. La criada le abrió la puerta y lo dirigió a la sala, donde se hallaba la viuda, en un vestido negro y sosteniendo una Biblia protestante.
- Señor Hayes, qué bueno que ha venido.
- Hola Annie.
- ¿Puedo ofrecerle un trago?
- Seguro.
El departamento era modesto, de esa clase media que había superado lentamente la gran depresión. Había pocos muebles, tres sillones y una mesita al centro con una botella de whisky, vasos y un traste con hielo. De las paredes colgaban algunos cuadros con paisajes montañosos. El espacio estaba alumbrado con lámparas de pantallas blancas y delgadas, que distribuían exageradamente la luz amarilla en toda la estancia. Después de la penumbra del exterior, esa luz intensa reflejada en los tapices claros de los muros penetraban violentamente las pupilas de Hayes, y lo hacía pestañear. El humo de un cigarrillo que acababa de consumirse en el cenicero dibujaba figuras a través de la luz.
- Parece que aquí no se pone el sol, miss Lynch –dijo Hayes con la vista abajo, cerrando un segundo sus ojos oscuros.
- Lo siento, señor Hayes, desde el asesinato de Gordon tengo miedo. No podía permanecer en la mansión un segundo más, es por eso que he venido aquí, a casa de mi hermano. Cualquier sombra me estremece. Las luces de toda la casa están encendidas día y noche, para detectar a cualquier intruso.
El detective se sentó, dio un buen trago al escocés y encendió un cigarro.
- No quiero asustarte, Annie... –Hayes cambiaba constantemente del solemne miss Lynch al personal Annie y se percataba de una breve sonrisa en el rostro de la chica- pero en la calle alguien me venía siguiendo. Ordené al chofer que condujera por callejuelas.
El tono de Annie adquirió un matiz sarcástico.
- ¿El bravo Peter Hayes tiene miedo?
- Eso fue para comprobar mi sospecha. He sido seguido hasta aquí.
Se levantó con el vaso en la mano y corrió un poco la cortina.
- ¿Quién puede ser, Peter? ¿alguien que pueda hacerme daño?
- Es posible que lo sepas mejor tú que yo.

miércoles, 4 de marzo de 2009

DEFINICIONES del amor

Love is a dog from hell.

Charles Bukowski


Me gusta más en español: El amor es un perro infernal

martes, 3 de marzo de 2009

DEFINICIONES del amor

El amor es una enfermedad en un mundo donde lo único natural es el odio.

JEP

lunes, 2 de marzo de 2009

DEFINICIONES del amor

El amor es el beso
en la quietud del nido,
mientras las hojas tiemblan
mirándose en el agua.

Federico García Lorca

jueves, 26 de febrero de 2009

FOLLETÍN (¡como todos los jueves!)

II

Colgó. Dejó el sombrero sobre el escritorio y observó con atención al hombre tirado en el sofá, que se había atado un pañuelo en el hombro sangrante. Era un hombre de unos cuarenta años, rubio, calvo, de ojillos claros y llorosos. Trató de buscar en su memoria aquel rostro asustado y altivo, sin embargo se convenció de que no lo había visto antes.
- Ahora dígame. ¿Quién es usted?
- Me llamo Daniel. De seguro mi nombre no le dirá nada...
- Daniel qué.
- Daniel Jacks, cambié mi nombre en el 32, durante la prohibición.
- Su nombre me da sed, y en realidad no me dice nada, aunque sospecho quién lo envió.
- Usted no sabe, señor Hayes. Y aunque mi torpeza haya indultado su vida, déjeme decirle que debe cuidarse la espalda. Cuidarse en serio.
Woody entró con el cabello engominado, sin sombrero. Llevaba unos documentos bajo el brazo. Era un joven de veinticinco años, tranquilo y diligente, risueño pero serio. Antiguo estudiante de medicina y lector de Conan Doyle y Wilkie Collins, se había familiarizado con la sangre y había decidido ser detective. Había tomado a Hayes como mentor, lo admiraba y lo respetaba en gran medida. Éste a su vez, se fiaba de él y simpatizaba con su aguda inteligencia y sangre fría.
- Quédate con el señor Jacks, átalo y cúrale ese brazo.
- A la orden, jefe. ¿Quiere que se lo ampute?
Los ojos del gordo se contrajeron en un gesto de pánico infantil.
- No es necesario Woody. Revísalo y hazle preguntas, quiero saber todo de él. Voy a salir un momento, no tardo.
Salió llevando el sombrero y el abrigo bajo el brazo. En el trayecto del despacho a la puerta del edificio recargó su revólver calibre 22. Empujó con fuerza la puerta de hierro antes de jalarla hacia sí.
Tomó Walton Street en dirección a la avenida Claremont. Las luces tenues de la calle proyectaban su sombra oblonga magníficamente. Su paso era rápido y silencioso. Tuvo que bajar de la acera esquivando una multitud que se agolpaba en el puesto de periódicos. El caso Montgomery le daba vueltas, le hacía dudar de su agudeza, de su capacidad de intuir la verdad a unos cuantos días de conocer los hechos. Recordaba vagamente las piernas de Anne Lynch, nombre de soltera de la viuda de Gordon Montgomery, a quien en ese instante devoraban los gusanos. Reconocía en la chica esa sensualidad de las sospechosas. Había nacido en Montana y tenía ese aire ingenuo contrario a las chicas de Chicago, Nueva York o San Luis. Su piel era blanca lechosa y aunque no era muy pequeña daba una primera impresión de fragilidad. Sin embargo tenía su mirada algo indefinido, algo que contradecía su indefensa postura. Si bien su belleza era de una austeridad campirana, sabía sobrellevarla. La había conocido tres días antes, la noche del crimen, llorando, estilizando al máximo su imagen desconsolada. Hayes le había dado su pañuelo para secarse las lágrimas, mientras trataba de hacerle algunas preguntas. Las respuestas de miss Lynch eran vagas, producto del descontrol, del llanto de rimel esparcido como aceite sobre el rostro y de la impresión de la sangre que teñía de escarlata la alfombra de la sala de la mansión Montgomery. El cuerpo de su marido estaba cubierto por una manta blanca, que sólo descubría sus zapatos limpísimos y pequeños. Le habían clavado un puñal en el estómago, haciendo un corte hacia arriba hasta el esternón. La mujer al final de aquella accidentada entrevista se había abrazado al cuerpo del detective Hayes, con gesto lloroso y suplicante.

martes, 24 de febrero de 2009

PERROARRABALERO MILLONARIO. Para no opinar sin saber

Si uno ha visto Trainspotting y la tan en boca de todos Slumdog Millionaire, se da cuenta de que a Danny Boyle le gusta embarrar de caca a sus actores (recordemos: en la primera Spud se caga en la cama de su chica y luego baña a su suegro, y en la segunda el protagonista cuando niño se arroja por una letrina para conseguir el autógrafo de un actorzuelo).
Pero en esta ocasión, al buen Danny se le ocurrió embarrar al público de caca y basura y pestilencia y, lo que es peor, melcocha.
La idea de la película no es mala, una especie de visión oblicua del famosísimo "lástima Margarito". Lo mejor es esto, y es bastante cruel: el concursante idiota e ignorante se da cuenta, como en una cruel sesión de psicoanálisis, que las respuestas subyacen increíble y felizmente en sus traumas de la infancia.
Creo que esta idea podría originar un excelente guión de comedia. Sin embargo, Slumdog Millionaire no es una comedia, sino un revoltijo de quién sabe qué cosas que van desde el drama estilo cine-extranjero-lacrimógeno-de pobres niños de países miserables, a la acción de barriada estilo Ciudad de Dios, a la picaresca estilo Oliver Twist, al melodrama cursi y por último remata como musical ridículo de Bollywood. Por si fuera poco, la trama se complica demasiado para justificar una historia de amor (con final feliz para acabarla de chingar) y termina siendo una simple película de Hollywood disfrazada en tiempo de carnaval. Por si fuera poco, aunque visualmente la película es en partes bastante buena, las escenas de amor son de lo más melosas, rayando en lo kitsch, ambientadas con horrenda música cursi (eso sí es un común denominador de la película).

Antes había dicho que no tenía nada contra Danny Boyle, pero ahora digo que es un pinche fresa de hueva.

No quiero hablar más de este caótico filme. Véanlo si quieren, pero recuerden que con lo que cuesta un boleto del cine pueden comprarse más o menos 3 caguamas.

Slumdog Millionaire: Producto vistoso y complaciente, lleno de color, conmovedor y sin duda merecedor del Oscar a mejor película (juzgue usted esto último como quiera).

lunes, 23 de febrero de 2009

ÓSCARES, PEDROS Y BONIFACIOS

Antes que nada, lanzo una pregunta al lector: ¿sabe usted por qué esa estatuilla se llama Oscar?

Pues bien, ayer fue el show de los Óscares en el Kodak theatre y, en el caso de que a uno no le guste el futbol americano, es el evento más largo y aburrido del año junto al Superbowl, y que sin embargo, casi todo el mundo ve.
¿Simpatiza uno con los ganadores y perdedores? ¿Acaso va uno al cine, ve una película que le gusta y se muere de ganas de que se lleve un Oscar, aunque sea uno menor, como mezcla de sonido? ¿Acaso alguien cree que en dicha ceremonia se premia en realidad la calidad del cine?
Sea como sea, reconozco que movido tal vez por un morbo tenaz o tal vez porque el domingo prácticamente apago mi cerebro, estuve viendo un rato los Óscares.
Desgraciadamente no he visto la película más premiada de esta ocasión, la del Perro-arrabalero millonario, o no se cómo sea la traducción que se les haya ocurrido a los que traducen los títulos de las películas para Slumdog Millionaire, pero como dos personas que saben de cine y que son confiables dicen que es una mierda, juzgaré como una mierda tanto a la Academia como a la película.
Bueno, ahora que lo pienso, tal vez la película no sea tan mala. Si se trata de premiar a un grupo particular, en este caso a Bollywood, que según entiendo, se amancebó con la industria hollywoodense en esta ocasión para tal vez tratar de superar un complejo de inferioridad, entonces Slumdog Millionaire no tendría por qué ser un buen filme en todos los sentidos (el literario y el técnico) sino una bonita cajita, bien hechechita en la India y lista para deslumbrar al ojo condescendiente del consumidor de cine hollywoodense. De ahí a que haya sido la más premiada, es obvio que responde a la política de la Academia de hacer de la entrega del Óscar un festejo temático, al más puro estilo de los pinches bailes de Highschool de los pinches gringos. Hace unos años, al cónclave de judíos millonarios se les ocurrió que había que reivindicar a los negros y premiaron a dos como mejor actor y actriz, pese a que en aquel entonces ya ser negro en gringolandia era cool. Luego no estuvieron preparados para asumir que los homosexuales también tenían buenas historias y no le dieron su premio a Brokeback Mountain, un excelente filme, cuando muchos decían "ahora les toca a los gays". Parece que su sentimiento de culpa hubiera hecho que le dieran mejor actor a Sean Penn por un papel de homosexual. Pero volviendo a esto de las fiestas temáticas, qué decir de la Titanic Night, cuando sólo les faltó vestirse de capitanes y contramaestres y damas de sociedad, y de la fiesta del Señor de los anillos, donde debieron vestirse todos de hobbits y elfos. Los orcos siempre están allí.
Entonces no sólo los Óscares menores (sonido, edición y todo eso, no porque no sean importantes, sino porque al 99.67% de la gente le valen madre) fueron para Slumdog Millionaire (todos ellos incluido el de la cancioncita mamona son indios), sino que también mejor director y mejor película. Vaya descaro. No tengo nada contra Danny Boyle, pero podría elegir mejor sus proyectos, digo yo.
En resumen, los Óscares dan hueva. Son como un musical malo y largo, lleno de melodramas patéticos (pinches discursos: listados interminables de gente), frivolidad y mala comedia. Y encima sus políticas interraciales cada vez más descaradas para decirle al mundo que tanto Hollywood como los Estados Unidos quieren mucho al mundo y que representan la oportunidad y el sueño americano. Otra cosa sabida por todos: desde siempre Hollywood ha estado en función del discurso del poder y del imperialismo yanqui, aunque suene mamón.
Lo peor que le pudo pasar a El caso de Benjamin Button, además de ser larga y aburrida, es que saliera Brad Pitt. Por eso no le dieron nada.

viernes, 20 de febrero de 2009

AMIGOS Y FANTASMAS

¿Qué hacer cuando aparece un fantasma?
Estaba escribiendo una novela beisbolera-policiaca y pues como juego beisbol, y mi equipo es bastante peculiar, obviamente los personajes estaban, si no basados enteramente en mis compañeros, sí permeados por diversas condiciones reales. Cabe mencionar que el protagonista estaba cimentado en la personalidad de un compa, bastante notable por su excentricidad. Cuando uno lo veía, en seguida pensaba "ese wey juega beisbol", por la forma de andar y de vestirse, sin embargo trascendía ese juicio simplista basado en la apariencia (era ingeniero del Poli, estudiante de Letras clásicas en la UNAM y buen shortstop). Dicho sea de paso, este amigo era un gran traductor de griego y latín, pese a tener todo para ser lo contrario, pues era bastante ebrio (como todo el equipo, salvo deshonrosas excepciones), era violento y vivía bastante lejos de la Universidad. Aún así, sus compañeros y maestros confirmaban su destreza para la traducción, aparte de su profundo conocimiento sobre las culturas griega y romana.
Un personaje de tal naturaleza no puede sino desaparecer un día cualquiera y convertirse en mito. Pues bien, un día desapareció y nos quedamos sin shortstop para el interfacultades.
¿Donde andará el Paz? preguntaban todos los del equipo. Unos decían que andaba trabajando de ingeniero en Colima, Jalisco, Sinaloa, Nayarit, Tabasco, Campeche y muchos estados más; otros decían que andaba de mojado, alguno aventuró que se había amancillado (me permito el uso de este verbo, luego lo explicaré) a una morra y que la había embarazado y se habían ido a otra parte a vivir en un reducto de violencia intrafamiliar, etc.
El caso es que eso me permitió ver a Paz más a distancia, y con el paso del tiempo, comenzar a idealizarlo, a darle matices literarios, para al fin transformarlo en lo que necesitaba para la novela. El personaje producto de la imágen física y moral de Paz y de mi torcida imaginación arrojó resultados satisfactorios: un melancólico beisbolista ebrio y violento, conocedor de los mitos paganos, que asesina a un estudiante de literatura (no insistiré más sobre este individuo-personaje-fantasma-hijo pródigo, mejor trato de escribir la novela).
En el equipo, la falta de Paz se manifestó en diferentes fases. Al principio, en la pulquería "Nomás no llores" hablábamos constantemente de él. Luego el equipo se fragmentó y dejamos de ir a los pulques, pero de vez en cuando hacíamos conjeturas sobre dónde andaba. Al final ya casi no lo mencionábamos y habíamos asumido su existencia como algo pasado y lejano, fantasmagórico. Yo, silenciosamente, lo novelaba.

¿Qué hacer cuando Ulises vuelve a Ítaca inusitadamentede?

El jueves pasado me lo encuentro en un pasillo de la facultad, bien vestido, con un celular y un nextel colgando del cinturón de víbora, con botas vaqueras y un gafete de empleado de una empresa. Se veía bastante igual que siempre, pero vestido con seriedad. En su cachete izquierdo ostentaba una enorme cicatriz: "Mira lo que me hicieron por una pinche vieja" dijo.
Me dio mucha alegría verlo, sin dejar a un lado el pasmo unamuniano de enfrentar a un personaje. Conversamos un rato y me explicó algunas cosas de su éxodo. Lo había tenido todo en Villahermosa pero lo perdió cuando la inundación, de ahí se anduvo moviendo, estuvo en Montewey y en otros lados hasta que regresó.
Le iba a decir que era un fantasma, pero ya no lo era. Quedamos de echar unas chelas.
Recobré un amigo y perdí un personaje. ¿Qué es mejor, un amigo o un personaje? Los personajes son ficcionales, no piden dinero prestado ni andan chingando. No lo digo por Paz, claro está, me gusta generalizar y lo hago todo el tiempo.
No creo seguir escribiendo esa novela, tal vez la fragmente en varios cuentos, no lo sé. Pero espero que Paz regrese al equipo y volvamos a ir a los pulques consuetudinariamente.

jueves, 19 de febrero de 2009

DIÁLOGOS ELEVADÍSIMOS 1

Llega un individuo a un local de carnitas.
- Buenas. ¿Tiene oreja?
- Sí, joven.
- Entonces escúcheme bien: deme dos de nana y uno de buche.

FOLLETÍN ¡espéralo los jueves!

Chicago, 1943
I
A través de la persiana oscilaban las luces azules y rojas de las sirenas de los carros de policía. La noche había caído una media hora antes, alrededor de las siete, y el resplandor se filtraba junto a una luz azulosa, que se mezclaba con el humo del cigarrillo. El ruido indicaba que debían ser tres o cuatro patrullas del Departamento de Policía de Chicago. Pete Hayes estaba sentado al teléfono, con el sombrero puesto. El abrigo aún colgaba del perchero junto a la puerta del despacho.
- ¿Pete Hayes?
- ¿Quién es?
- Robert Barnes, ¿qué tal va todo?
- Hay mucho ruido, espere –Hayes subió la voz- ¿quién?...
- Robert Barnes...
- Iba de salida, Bob...
- Escuche Hayes, no le quitaré tiempo. Sé que planea meter las narices en el caso Montgomery, le advierto que...
- Iba de salida, Barnes, lo veré después.
Las llaves estaban sobre la radio descompuesta. Hayes tomó el abrigo y salió del despacho, cuya puerta tenía escrito en letras negras sobre el cristal traslúcido:
PETER HAYES
PRIVATE DETECTIVE

Al salir se detuvo un momento a encender un cigarrillo. Mientras hacía fuego, con el rabillo del ojo percibió una sombra tras el pasamanos de la escalera que daba a la puerta del edificio.
- ¿Quién está ahí? –gritó Hayes.
Por respuesta obtuvo el sonido de pasos que huían apresuradamente hacia la salida, a Walton Street. Hayes corrió tras los pies fugitivos y observó a un hombre corpulento, tal vez gordo que trataba de abrir la puerta de hierro sin éxito alguno. El detective, mirando la brasa del cigarro que encendía dijo con firme serenidad:
- Deténgase ahí, gordo. La puerta tiene maña.
Y súbitamente una ráfaga alcanzó a rasgar un extremo del ala del sombrero. El hombre gordo había disparado desde el vestíbulo y el proyectil había terminado por incrustarse en el muro de la señora Schwartz. Hayes sacó el revólver y disparó al hombro del otro, quien cayó dando alaridos sordos, como evitando gritar por vergüenza. Bajó hasta donde se encontraba el herido, le quitó la pistola y, como pudo, a pesar de su gran corpulencia, llevó a rastras al gordo escaleras arriba. La señora Schwartz observaba a través de la puerta entreabierta a Hayes, quien le hizo un guiño en señal de que estaba todo bajo control.

Adentro del despacho, Hayes tomó el teléfono.
- Woody, necesito que vengas.

miércoles, 18 de febrero de 2009

El comentario más tonto del día

Los esquimales son snobs...


porque usan pieles.