lunes, 4 de mayo de 2009

RUDO Y CURSI sí señor

Imaginemos:
Alfonso Zayas y Alberto Rojas "El Caballo" son dos hermanos campesinos que sueñan con salir de su ranchería y alcanzar la fama. Después de numerosos enredos lo consiguen, pero al final, ay mamá, vuelven a la realidad a la que estaban condenados.
Sí, estoy diciendo que Rudo y Cursi mantiene la tradición del cine de ficheras y machines albureros, obviamente con ciertas variaciones.
Primera e importantísima variación: los galanes aventureros no son los lánguidos y gesticuladores Alfonso Zayas y el Caballo Rojas, sino Gael y Diego, los goldenboys del cine nacional. La coincidencia aquí es ambas duplas se comunican con lenguaje florido y alburero.
Segunda variación: aunque digamos que la historia es estructuralmente muy similar al viejo cine mexicano de ficheras y plomeros, en el caso de Rudo y Cursi, desgraciadamente la historia no es un vil armatoste para "justificar" la aparición de las chichis de Sasha Montenegro y Maribel Guardia et. al., sino que es un mero pretexto para exhibir y comercializar el feliz producto Gael-Diego marca registrada, que Alfonso Cuarón tuvo la virtud y el ojo para inventar con Y tu mamá también.
Tercera y dudosa variación: Rudo y Cursi no está tan chafamente realizada y producida como las de ficheras (nótese que ésta es una dudosa variación).
¿Qué puede uno concluir después de ver este filme? Respuesta: que cayó en la trampa, que fue seducido por el éxito mercantil garantizado con la dualidad Gael-Diego; y si a uno le va bien, ¡qué domingo tan buena onda he pasado!
Es un hecho que este filme es una especie de divertimento para sus productores, quienes seguramente la pasaron de maravilla fraguando la película, con el plus de que la ganancia en taquilla estaba garantizada. Resulta obvio decir que se trata del tipo de cine pensado exclusivamente para la ganancia comercial. El cine de ficheras lo era también, si bien es interesante plantear ciertas observaciones. El cine ficheril fue el producto de años de trabajo, de persuasión al consumidor, tuvo el imperativo de reivindicar a las clases bajas para convertirlas en público cautivo. Así, a los personajes de Zayas, el Caballo, el flaco Ibáñez, Rafael Inclán, etc. (físicamente opuestos al estereotipo de belleza masculina) les fue abierto, gracias a la magia del cine, el mundo de las posiblidades; tuvieron acceso al poder y a la lascivia, a fornicar con rubias y morenas despampanantes. Claro que el público tenía que reaccionar bien: se trataba de la reivindicación del mexicano. Por supuesto que la virilidad era el tema más socorrido de este cine.
Para concluir, hay que decir que al final Rudo y Cursi es mala pero digerible. No es original en lo más mínimo, la temática de de ranchero a diputado se había gastado años atrás, los diálogos albureros no compiten en lo más mínimo con los de Alfonso Zayas y por si fuera poco, solo sale un par de chichis. Por si fuera poco, al igual que el cine de ficheras, está hecha con las nalgas, pese a que el guión es chafa pero consistente.
La gran diferencia es que Rudo y Cursi es deliberadamente un vil producto para vender a todo público, y el cine de ficheras tuvo aspectos políticos y culturales que lo convirtieron en un hito en la historia del cine nacional. También es despreciable, pero tiene el tan valioso kitsch que vuelve locos a los europeos.